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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Cumpliendo las peticiones de mi sobrino
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Querido Bedri:

Ya te había dicho que mi sobrino se va a casar y que me había pedido una despedida de soltero especial. Ya te puedes imaginar que se puede entender por especial. También sabes, porque te lo he contado, que mi sobrino me hizo entrega de una lista de peticiones y de las oportunas instrucciones. Sabes que algunas no las cumplí y tienes parte de responsabilidad en eso.

La primera de sus peticiones era que esos días tendría que ser solo suya. Eso es algo que se sobreentiende en cuanto acepto estar varios días a solas con él. Si voy con alguien, a cualquier sitio que vaya, con la sana intención de follar, lo voy a hacer con ese alguien. Bueno, también es posible que folle con otro si ese alguien me lo pide.

La segunda era que hasta entonces no me depilase el pubis. Esa la cumplí casi a rajatabla pese a las reticencias de Juanra y de mi dulce Luchy. A Pilarín le encantó.

En una de mis habituales visitas al domicilio conyugal de mis follamigos, ya iniciada la repoblación púbica les llamó la atención el incipiente matorral que se desarrollaba en mi monte de Venus y aledaños. Sabes que soy muy velluda y que necesito de la depilación con demasiada frecuencia. Había llegado un poco antes, a veces lo hago y charlo un rato con mi amiga Pilarín de muchas cosas, y como “la cosita” dormía plácidamente, nos fuimos a la habitación. Cuando llegó su marido, Pilarín me fue desnudando, también lo hace muchas veces, y me fue acariciando la piel. Me quitó el sostén y me estrujó las tetas. Cuando me quitó las bragas se llevó una gran sorpresa al ver el tupido arbusto que se iba formando. Pilarín introdujo sus dedos entre mis rizos y me acarició la piel con delicadeza.

—Me encanta —dijo asombrada—me encanta lo suave y largo que lo tienes.

—Lo he tenido más largo.

—Nunca te lo vi así, siempre has ido muy arregladita, con más o menos, incluso sin nada, pero así nunca te he visto.

—¿Qué hacéis —preguntó asombrado Juanra cuando entró en el cuarto.

—Mira, mira, Juanra, mira como tiene Q. el coño de peludo.

Juanra si me lo había visto así, e incluso más, pero no se lo podía decir a su mujer. De aquella su esposa no me había pedido ser su follamiga.

—Me gusta más cuando lo tiene peladito —dijo aproximándose.

—A mí me gusta así, es suavecito —acercó su cara a mi pubis y dijo—Mmmmm, huele muy bien, a hembra cachonda —y continuó—no te muevas Q. quédate así, solo separa los muslos.

Le obedecí, sabes que últimamente me he vuelto muy obediente en algunas cosas.

—Ponte encima de ella Juanra —ordenó—y ponle la polla encima de la pelambrera.

Su marido obedeció sin rechistar, Pilarín siempre ha sido muy mandona. Y creo que, a su marido y a mí, eso nos gusta.

Cuando Juanra se colocó como se le había ordenado, su mujer le tomó la polla con mucho cuidado y la dirigió con la mano hacia mi coño, dejándosela colocada en la entrada de mi vagina.

—Métesela muy despacito, que os gusta mucho a los dos pero mantente arriba que le quiero acariciar el matojo mientras follaís.

Su marido obedeció y poco a poco, muy despacito fue follándome mientras su mujer metía y sacaba sus finos y largos dedos de entre mis rizos púbicos. Me corrí varias veces, como siempre, sintiendo la polla de mi follamigo y los dedos de su mujer, mi follamiga. Cuando Juanra la sacó, pasó su polla en declive sobre mi vello impregnándolo de semen que su mujercita extendió sobre mi monte de Venus.

—Abono querida amiga, es el mejor fertilizante para los pelos del coño —decía Pilarín mientras seguía entrelazando sus dedos entre mis vellos llenos del semen de su marido.

Con Luchy fue distinto, habíamos ido a una playa y no me quité el bikini, tenía que cumplir la tercera de las peticiones. Ella con sus grandes tetas al aire insistió en que la imitara pero no pudo ser. Ella se me quedó mirando fijamente, como analizándome, fijó su mirada en mi vientre y preguntó—¿No estarás preñada?

—Nooooooo —y me reí pero poco convincentemente, me preocupa que últimamente tanta gente esté interesada en mi fertilidad.

—¿Qué es eso? —preguntó con un punto de enfado en el tono de voz.

—¿Qué es qué?

—Ese bulto en tu braga.

—¡Ah! eso… —y me bajé un poco la braga del bikini enseñándole el matorral que ya tenía.

—Mujer Q. no me seas cerda.

—Bueno Luchy, no es para tanto.

—¿Tu sabes la cantidad de pelos que me harás tragar?

Me quedé muy sorprendida por esa respuesta, la verdad que no me la esperaba. Así que me vi obligada a darle alguna explicación. Le expliqué, como pude para evitar dar nombres, que se trataba de una apuesta con un conocido. Mi dulce Luciana nunca me pregunta por mis hombres. Poco a poco se ha ido dando cuenta de que soy un zorrón y tengo muchos amantes. Muchos más de los que ella misma cree. Lo que ni siquiera se imagina, es que a muchos les conoce y que algunos son amigos, y amiga, comunes.

—Vale, pase por la apuesta, pero en cuanto puedas te pelas.

—¿Peladita del todo?

—Si, del todo, y te lo revisaré, y haré la prueba de la lengua.

Las dos nos reímos con su ocurrencia y mucho más al advertir la expresión de una señora mayor, que sentada cerca de nosotros, aparentaba haber oído toda la conversación, a juzgar por su expresión y la abertura de su boca y de sus ojos. ¿Has oído la expresión de ojos como platos? Pues esa señora sería un buen ejemplo.

Después de ese día, cada vez que nos encontrábamos, Luchy preguntaba “por la cosecha”. Como mis respuestas eran negativas, una tarde en su casa, me pidió que me quitara las bragas. Me lo quité toda la ropa, mi amiga Luchy tiene unas manos que son un tesoro. Como alguien más que conozco.

—Uuuufffff, esto está imposible —y ordenó— ponte ahí que te voy a desbrozar un poco.

Me negué vehementemente y solo acepté a que me recortara las puntas que sobresalían de las costuras de mis bragas. Es verdad que me las coloqué lo mejor que pude, pero aún así, se salieron muchos rizos que acabaron en el suelo de la cocina de mi dulce Luciana. No sé qué hizo con ellos pero creo imaginármelo porque ya ha sucedido algunas veces, y tú sabes de algunas.

La tercera petición es que me quería con las tetas y el culo blancos, que nunca me diera el sol en esas partes de mi cuerpo. Esto extrañó mucho a algunos de mis amigos acostumbrados a verme desnuda en la playa, especialmente a los que he mencionado antes. Y más aún, a mis follamigos Pilarín y Juanra, que cada veintiocho días me ven desnuda. Además, comencé a ir al solárium del instituto de belleza al que acudo habitualmente y me exponía a los rayos UVA con el bikini puesto. A Pilarín le fascinaba el contraste entre el blanco de mis tetas y culo, y el moreno del resto de la piel. A su marido no tanto, parecía como si se imaginara algo y estuviera celoso. Pilarín solía pedirme, que después de follar con su marido, me quedara tumbada desnuda sobre su cama, en la penumbra de la habitación mientras me contemplaba las tetas y metía sus dedos entre mi ensortijada pelambrera púbica.

—Se te ven más grandes las tetas Q. —me dijo un día mientras me desnudaba para el rutinario polvo con su marido.

—¿Te gustan así? —pregunté coqueta.

—A mi sí, pero a Juanra no mucho, dice que pareces una modelo de Playboy de los años ochenta, con las marcas blancas y tanto pelo en el coño —y se me acercó para decirme al oído— pero creo que está poniéndose celoso porque sospecha que haces esto para alguien, ¡que se fastidie!

—¿Y tú te pones celosa?

—Noooooo, no me voy aponer celosa de mi mejor follamiga.

A Luchy tampoco le hizo mucha gracia porque coincidía con lo del matojo, como ella le llama. —Tú tramas algo y no es por una apuesta.

Nunca le respondí, ni ella ni yo lo necesitábamos ya.

Ya conoces cual era la cuarta petición y sabes que esa no la cumplí. Lo sabes porque te advertí que no la cumpliría, porque te dije que ya la había incumplido, y porque me ayudaste a ello. En estos meses, entre otros, follé con Alfonso que alucinó en colores con mi culo blanco y mi matojo extremo. Con Alfonsito que mencionó lo mucho que me parecía a las chicas de los póster de las revistas que guarda su tío. A mi vecino al que le divierte mucho lo que él llama helado de nata y café con leche, porque dice que mi moreno no es de chocolate. También acabó confesando, que le gusta mucho metérmela desde detrás viéndome el culo tan blanco. He estado en casa de mi tío, pero este no me dijo nada, ni por las marcas blancas, ni por el matojo, tampoco lo hicieron con quienes me acosté aquellos fines de semana. Supongo que habrás incluido a Luchy y a Pilarín y Juanra. También estuve en la cama con un amigo al que le escribo cartas.

He de decir en mi defensa, que negué las mieles de mi sexo a alguno. Bueno, quizás sí he practicado la abstinencia de alguna manera. Solo he follado con amantes con los que follo habitualmente y no he follado con nadie que no me hubiera follado antes. Puedo decir que casi cumplí la cuarta petición. Eso sí, hace tres días que ni siquiera me masturbo y la cita es mañana.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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