Hay cientos, quizás miles, de variedades
de queso. Diferentes estilos y sabores de queso
que son el resultado del uso de diferentes
especies de bacterias y mohos, diferentes niveles de
nata en la
leche, variaciones en el
tiempo de curación, diferentes tratamientos en su proceso y diferentes razas de vacas,
cabras o el mamífero cuya
leche se use. Otros factores incluyen la dieta del ganado y la
adición de agentes saborizantes o colorantes tales como hierbas,
especias o ahumado. Que la
leche esté o no
pasteurizada también puede afectar al sabor.
Se sabe que el tipo de
leche (vaca, oveja,
cabra, camella, búfala, yack, ), la clase de la
leche (más
grasa o menos debido a
los pastos del terreno), el clima (cada región imprime una marca especial o una
diferencia en el tipo de
queso), la coagulación, la maduración, la
fermentación, dan
lugar a los diferentes tipos de
queso.
En primer lugar, deberíamos diferenciar entre fabricación industrial y
fabricación artesanal. Y como no, la diferencia en los quesos aparece con la alteración
de los elementos en la fabricación de los mismos.
Hoy en día las únicas diferencias que
hay entre los dos procedimientos son: que los artesanos utilizan la
leche del ganado
criado por ellos, fabrican queso con un máximo de 500 l. (contra 2000 l. en la industria)
diarios de leche y la elaboración se hace a mano (frente a la máquinas), con
procedimientos tradicionales y ellos se responsabilizan personalmente del resultado final. A
partir de aquí como en todo, los habrá buenos y malos, tanto en los industriales como en
los artesanales.
Mezcla de vaca, cabra y oveja, en
proporción variable según las disponibilidades de cada
momento
El sabor es pleno, sólido, con
predominio suave de humo y un punto ligeramente picante. En boca evoluciona mantecoso, con
regusto persistente a avellana.